Llega una edad –entre los dos y los tres años– en la que la frase preferida de nuestros peques es “yo solo”, ¿verdad? En ocasiones las madres y padres no valoramos la importancia de esas palabras. Ya sea por las prisas, el momento, el trabajo, los horarios, a veces no atendemos la petición de nuestros hijos y no les permitimos hacer, experimentar… En definitiva, avanzar.
El desarrollo de la autonomía personal es un aspecto importante en su crecimiento. Vestirse sólo, tareas sencillas de higiene y autocuidado, comer, recoger sus juguetes… conlleva un alto nivel madurativo. Ser capaz de realizar estas sencillas tareas le da también una mayor autonomía para el aprendizaje, para su relación con los demás e incluso favorece la resolución de problemas cotidianos. Os damos algunas claves que pueden ayudaros a acompañarles en ese proceso.
Actitud de los padres:
Cuatro son los aspectos clave a tener en cuenta:
- La prisa de los padres es uno de los frenos más importantes del desarrollo de la autonomía de los niños. Si el niño desea, por ejemplo, vestirse solo, conviene primero enseñarle a hacerlo, explicándole los “paraqués” de las cosas, y luego armarse de paciencia. Los primeros días tardará horas. Después, con el tiempo, lo hará mucho más rápido e irá adquiriendo nuevas habilidades. Los calcetines serán prueba superada en cuanto se le indiquen unas cuantas veces cuál es la posición correcta del talón. Los botones que tanto se le resistían al principio dejarán de serlo a base de práctica. Es imprescindible centrarse en tareas para las que tengáis tiempo, o hacer tiempo para las tareas. Sábados o vacaciones son momentos ideales para ir introduciendo nuevos retos.
- No hace falta esperar a que el niño quiera hacer ciertas cosas solo: podemos motivarle a ello. Por ejemplo, tener a su altura un peine en el baño e invitarle a que se peine solo por las mañanas.
- Debemos respetar los ritmos de cada niño. Respetar su individualidad le dará esa autoestima de la que hablábamos y le reforzará para poder dar el siguiente paso.
- Por último, debemos ser coherentes. No tiene sentido que la madre espere que el niño coma solo y que papá le dé la comida, o que en casa coma solo y en la de los abuelos, se lo den todo. Para que un hijo mejore en su autonomía personal es fundamental que todos los implicados estén de acuerdo en seguir las mismas pautas.
Siempre en positivo
Frases como “¡No, que tardas mucho!” o “¡No, que tú no sabes!”, son un obstáculo en el aprendizaje de los niños. Los niños que quieren aprender y se lo impiden terminan creyendo que son incapaces de hacer las cosas por sí mismos. Este fracaso suele conducir a la pereza y la vaguería. Y es que, al ayudar a un niño haciendo lo que él perfectamente podría realizar, se detiene su desarrollo, aunque se haga con la mejor de las intenciones. El papel de los padres no debe ser el de controladores, sino el de estimular de una forma positiva.
Un entorno propicio y metas alcanzables
Para potenciar la autonomía de un pequeño hay que tener imaginación y paciencia. Sobre todo, hay que saber ponérselo fácil a los niños. Esto quiere decir, adaptar el entorno para ellos. ¿Alguna vez has pensado como te sentirías teniendo que trepar a tu cama porque es más alta que tú? La primera acción que os recomendamos es observar desde el suelo los espacios donde se mueven vuestros hijos. ¿Qué veis?, ¿cómo podríais ponérselo más fácil?
Se puede comenzar, por ejemplo, marcándose pequeños objetivos relacionados con distintas áreas de la vida práctica, del día a día. Por ejemplo,
– Vestimenta y cuidado de la ropa: organizar su ropa en cajones que estén a su alcance. Los separadores de IKEA son fantásticos para identificar dónde van y mantener ordenados los calcetines, la ropa interior, los pijamas, las camisetas etc. Ellos pueden empezar por sacar su ropa por las mañanas y echarla en un cubo de ropa sucia al final de la jornada. Más adelante, intentarán ponérsela. Ponerse y quitarse la chaqueta es un gran comienzo que les entusiasma. Poco a poco, irán desnudándose para ir al baño. Todo ello, primero bajo la supervisión de los padres y luego solos. ¿Que alguna vez se pone los calcetines al revés? Pues no pasa nada. Ahí están sus papás para sonreír e indicarle cariñosamente dónde tiene que colocarse los talones o qué zapatilla corresponde a cada pie. También ayuda el que la ropa sea acorde con sus habilidades. Así, buscaremos primero zapatillas con velcro en vez de cordones y cremalleras en vez de pequeños botones. Una de las prendas que suele costar menos de quitarse son los pijamas. Habrá ocasiones en que a pesar de todas estas “ventajas”, el niño, por capricho o cansancio, se niegue a vestirse solo. Entonces podemos recurrir a algunos trucos, por ejemplo, ponerle el dibujo de una mitad de una carita en su zapatilla derecha y la otra mitad de la carita en la otra zapatilla, así al juntarlas en su correcta posición formará una carita sonriente. De esta forma tan divertida, ¿quién se negaría a calzarse solito? Y si no funciona o no nos alcanza la imaginación, ofrecerle un poquito de ayuda y algo de negociación siempre llega muy lejos.
– Hábitos de higiene: un niño muy pequeño puede ser partícipe de su cambio de pañal, simplemente cogiendo uno limpio y dándoselo al adulto. Para ello, los pañales deben estar en una cesta o contenedor donde pueda alcanzarlos. También accesibles deben estar los artículos de higiene necesarios – el peine, un espejo, jabón, el cepillo y la pasta de dientes – y un grifo o una palangana donde poder lavarse. El bidé es perfecto para esto. Si no, un alzador para llegar a la pila. La toalla de manos, también a su altura, para poder secarse al terminar. Si todo ello tiene su sitio bien delimitado (una bandeja, un vasito, por ejemplo), les será más fácil todavía.
– Hábitos de alimentación: ¿puede tu hijo beber agua sin tener que pedírtelo? Un biberón con agua que tenga su sitio y que evolucione a un vasito con tapa o destapado, hasta poder tener el vaso vacío y una botella de agua, de donde ellos se sirvan. También pueden ayudar a poner y quitar la mesa, especialmente si los manteles, platos y cubiertos están a su altura. ¡Ayudar a cargar el lavavajillas les vuelve locos! Por supuesto, los niños son pinches excepcionales y aprenden rápido a preparar los ingredientes, mezclarlos, o rebozar y no se les pasa lo que más les gusta, si les pides ayuda para hacer la lista de la compra.
Piensa que…
– Hay que ir dándole campo de acción, de autonomía personal poco a poco. Lo que no se puede pretender es que el niño pase de la supervisión absoluta a la mayor de las independencias.
– Hay que procurar reservar siempre un tiempo “extra” para que el niño pueda llevar a cabo su cometido tranquilamente, él solo.
– Se debe alabar y valorar cada logro que consiga y también el esfuerzo, aunque se falle o cueste algo más. Ayuda mucho hacerles saber concretamente qué han hecho bien y qué hay que corregir. Así, no dudará en esforzarse todo lo que pueda a diario.
– Hay que aprovechar las ocasiones en que el niño desee hacer algo por sí mismo para empezar a trabajar en esa parcela. De este modo, resultaría mucho más sencillo que el niño vaya adquiriendo el” hábito” de ser un poco más independiente.
– No es bueno evitar todos los fracasos. A veces, unos cuantos fallos pueden ser la mejor lección al adquirir autonomía.
– Juegos en el parque: aunque sean pequeños permitamos que jueguen con sus iguales y, si surgen pequeños conflictos, dejemos que intenten resolverlos, aunque cueste algún lloro que otro.
Fomentando estos aprendizajes estaremos creando niños responsables y autosuficientes, con una buena dosis de autoestima y capaces de enfrentarse por sí mismos a sus propios retos.